domingo, 29 de julio de 2012

Así es muy difícil


Cuando las papas queman en el resto del mundo, muchos gobernantes tienden a incluir el tubérculo caliente en el plato de los contribuyentes. Como muchos vienen mencionando, incluso personajes no muy queridos, acá en Argentina vemos la paja en el ojo ajeno y no la viga que ya se nos está cayendo.

Los problemas económicos urgentes a resolver, son los mismos que se vienen mencionando desde hace uno o dos años: inflación, TCR apreciado, falta de garantías jurídicas para posibles inversores, déficit fiscal, comercial, subsidios y gasto público creciente pero ineficiente y los repetidos errores de política económica (generalmente en manos de Moreno). A esto podríamos sumarle los problemas políticos, sociales, de inseguridad, etc, etc, que vienen asechandonos desde hace algunos años

Sin embargo, lo más preocupante está en el terreno de los problemas ocultos pero profundos que van más allá de lo coyuntural. Esos que en el largo plazo tienen que ver con las dificultades mencionadas en el párrafo anterior.

Un informe publicado por el diario La Nación del pasado martes (también publicado en varios portales de noticias), debería poner en aviso a los gobernantes y a la sociedad, de que algo no está funcionando bien. Pareciera que la realidad se aleja cada vez más de los pujantes números que sigue pregonando la presidenta. Indicadores como el crecimiento del PBI a tasas chinas o el continuo anuncio de inversiones y gastos gubernamentales (ejemplo: las netbooks), están cada vez más aislados de otros indicadores relacionados con el desarrollo social.

Muy poca gente (quizá los economistas), tiene la capacidad de relacionar la evolución de la productividad del factor trabajo con la excelencia educativa. Posiblemente, el nivel de capacitación de los trabajadores sea el mayor garante de la competitividad que pueda tener una economía a nivel internacional. Para que el nivel de capacitación sea bueno, es indispensable empezar por la escuela.

Entonces cabe preguntarse: por qué el Gobierno se jacta de invertir millones y millones en netbooks (sacando guita de la anses), de elevar 3 puntos del PBI la inversión en educación, blah, blah, blah, para luego obtener como resultado una estadística totalmente declinante acerca de la cantidad de alumnos que terminan el secundario. Digamos que están orgullosos de gastar mucho, pero no advierten que el gasto es de muy baja calidad.

Posiblemente, el interés del Gobierno sea mostrarle al electorado que gastar más dinero por alumno tendrá como consecuencia directa una mejora en el nivel educativo de la población. Pero la política de incentivo a la escolarización muere allí mismo: en los fríos billetes desembolsados por la administración pública. 

Si repasamos las principales políticas educativas del Gobierno Nacional nos encontraremos como principales, con importantes programas de refacciones de establecimientos; las AUH; y el programa "Conectar Igualdad" que consiste en entregar netbooks a los alumnos. Pero al cabo de un tiempo, encontraremos los mismos establecimientos hechos percha por los propios alumnos; cantidades ingentes de alumnos que van a la escuela para no perder la Asignación y miles de chicos con netbooks, pero que no saben leer ni escribir.

Pero la dura realidad (la del miedo y el desánimo) es que, sacando de lado algunas islas de élite (escuelas privadas, escuelas dependientes de la universidad, donde el nivel aceptable se mantiene), en la mayoría de los establecimientos (sobre todo públicos) reina la anarquía: alumnos que van por obligación para poder cobrar la asignación, pibes que van a fumarse un faso en el recreo (imagine la capacidad de concentración del alumno) que utilizan más a la escuela como un lugar más para no estar en la calle o en casa más que como un centro de estudios, maestros que van a firmar la planilla para cobrar el sueldo, padres que golpean a maestros cuando las notas no son buenas (en lugar de reprender al hijo) o tomas de colegios para que el kioskero baje el precio del sandwich y la coca (con el aliento del Ministro de Educación incluido). Ergo, muy pocos concurren las escuelas con ganas de capacitarse. Muchos menos son los que van con el fin último de llegar a algo en la vida. 

No pasa solo por echar culpas al Estado de no haber intervenido con políticas públicas que apunten estrictamente al ámbito educativo. Simplemente, tenemos que ir más allá para avizorar los orígenes de una crisis con pocas posibilidades de ser solucionada en el corto plazo. 

Pasaron 10 años y medio desde la crisis de 2001, cuyos últimos 8 años, mostraron que la economía se recuperó rápidamente para empezar a crecer. Se incrementaron el empleo y las remuneraciones. Lo que nunca se modificó, fue la pobreza estructural de muchos argentinos que recuperaron sus empleos: aunque mejoraron sus salarios (más por poder sindical, que por aumentos en la productividad), nunca se fueron del entorno en el que atravesaron épocas de crisis (ejemplo: la villa miseria) por imposibilidad o comodidad*. Los hijos de estos laburantes, crecen en un entorno plagado de drogas y armas, no viendo a la escuela como la mejor alternativa para crecer como personas. Cabe aclarar que la ausencia del Estado en este sentido, es muy notoria.

En fin, es muy duro leer un informe en materia educativa en el que a nivel regional figuramos abajo de Perú, Chile, Colombia, Paraguay, Bolivia y Ecuador. Creo que no pasa por la cantidad de plata que ponga un gobierno. Si no, por la intención de cambiar las malas costumbres que ha adquirido nuestra sociedad en los últimos 20 años. Un Gobierno al que le interesen los votos por encima del bienestar de un pueblo, nunca va a a estar interesado en modificar esta situación (cuanto mayor sea el grado de capacitación del público, menor será la posibilidad de que un político gane elecciones repartiendo choripanes con gaseosa)

En la medida que este drama se siga profundizando, la competitividad del país se irá derritiendo cada vez más. Seremos cada vez más dependientes del precio de la soja, el valor de la divisa y salarios reales cada vez más bajos. Pero cada vez menos dependientes de nuestras habilidades y capacidad de trabajo.

* La comodidad de no pagar impuestos, servicios, etc.

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